La historia Antes de Cristo/Después de Cristo

lunes, 4 de abril de 2011

las primeras civilizaciones de america

los pueblos de America


Si los pueblos y naciones indígenas de América, que se desarrollaron antes de que ningún hombre blanco llegara al nuevo continente, no tuvieron relación con el resto del mundo, ¿cómo ofrecían ciertos ritos o creencias comunes a otros continentes? En algunos pueblos precolombinos encontramos la existencia de pirámides, la momificación de personas relevantes y la creencia en un diluvio universal. Los historiadores no se explican con demasiada claridad este paralelismo entre Egipto y los incas, por ejemplo.
Los que creen en la existencia de una desaparecida Atlántida afirman que hubo un lazo material, un puente que permitió una corriente cultural entre el Norte de Africa y Centroamérica, pero esta hipótesis carece de pruebas suficientes para ser tenida en cuenta. En los distintos pueblos y tribus de Norteamérica no se da una estructura religiosa completa, con templos, sacerdotes, ritos y un cuerpo de creencias que permitan clasificar sus ideas como una religión perfectamente estructurada. En cambio, en Centroamérica y los Andes encontramos tres pueblos con un sistema religioso digno de consideración.
Los Incas
 En las cumbres andinas surgió una forma de culto al Sol. Le precedió una especie de fetichismo por el cual las rocas, los árboles, los elementos y los animales eran adorados como divinidades. El mundo estaba poblado de demonios propicios o malignos que era preciso halagar y combatir. Por encima de todos reinaba un ser espiritual, superior y poderoso: Viracocha. En las cercanías del actual Cuzco se levantaba el templo dedicado a Inti, el Sol. El supremo sacerdote vivía sobriamente, aunque rodeado de innumerables objetos de oro, ornamentos cargados de pedrería y tantas riquezas que deslumbraron a los españoles de Pizarro, llegados hasta aquellos lugares.
Solamente el Inca, el soberano, poseía un poder igualable al del supremo sacerdote. Los sacrificios humanos eran desconocidos por los Incas, pero tenían conventos de muchachas, las cuales guardaban virginidad y permanecían al servicio del templo, hasta que en su madurez contraían matrimonio con miembros de la familia real o permanecían en el convento, llamado Aclla-huasi, hasta su muerte. Manco Capac, fundador de Cuzco, implantó el culto a Inti, el Sol, en todo su territorio, ordenando una especie de teología por la cual él descendía del citado dios. De este modo declaró su procedencia divina. Los cuerpos de los soberanos, convenientemente momificados, se enterraban cubiertos de ricas vestiduras y rodeados de toda clase de joyas, vajillas y objetos de uso corriente que debían acompañarles en la otra vida.
Con la desaparición de ambas civilizaciones absorbidas por los españoles, periclitaron definitivamente estas religiones. A la caída de Atahualpa, el jefe inca, y de Moctezuma, el soberano azteca, los misioneros introdujeron la semilla del cristianismo. La cristianización de América se llevó a cabo, no solamente por españoles y portugueses, sino por los franceses y los ingleses. En Louisiana y en el Mississippi evangelizaron el P. Jean de Brebeuf y el P. Marquette. Los jesuitas predicaron entre los pieles rojas del Canadá, y los franciscanos en La Florida y California. Los peregrinos del Mayflower, al desembarcar en América del Norte, aportaron su fe puritana, que mantuvieron a pesar de su distanciamiento de Europa. Pero sin duda alguna el más famoso de los misioneros americanos fue le español fray Junípero Serra, cuyo recuerdo se mantiene vivo en tierras californianas. Las maravillosas catedrales esparcidas por tierras centro y sudamericanas, hablan claramente de la labor apostólica realizada por innumerables obispos, monjes y predicadores españoles, desde Bernardo Boil, que acompañó a Colón, hasta Pedro Claver, el apóstol de los esclavos negros.
Toltecas y Aztecas
Los primeros levantaron la pirámide de Teotihuacan, en México, dedicada al Sol, cuyo culto pasó posteriormente a los aztecas. La religión de los aztecas obedecía a una teología complicada, en la cual el dios supremo era Tloque Nahauque. El número de dioses era grande y no sólo se consideraban el sol, la luna, el viento y las fuerzas de la naturaleza como divinidades, sino también las serpientes, los jaguares y otros animales. Huitzilopochtli era el dios de la guerra cuyos beneficios era necesario impetrar con sacrificios humanos. Ésta fue la parte más cruel y sanguinaria de la religión azteca. El joven elegido para ser sacrificado en las fiestas propiciatorias gozaba de toda clase de inmunidades y atenciones durante un año.
Doncellas escogidas le acompañaban y el pueblo le colmaba de regalos, pero en el altar del sacrificio, llegado el momento decisivo, el sacerdote le abría el pecho y mostraba a los fieles su corazón palpitante. El número de sacrificios humanos solía rebasar el millar en el transcurso de un año. Según los aztecas el universo estaba dividido en una serie de cielos a modo de capas horizontales. En la inferior reinaba Michtlantecuhtli, el dios de la muerte que guardaba a los difuntos en compañía de su esposa Mictlancihuatli. Todos los hombres iban a parar al reino de los muertos excepto los que sucumbían en la guerra, en un sacrifico expiatorio o morían ahogados.
Éstos merecían el premio de un cielo más elevado. Los sacrificios humanos no fueron practicados por los mayas, los cuales ofrecían peces, pájaros y otros animales así como alimentos, incienso y joyas, pero los toltecas adoptaron la costumbre de sacrificar esclavos o prisioneros de guerra. En la "Fiesta de las Flores" que celebraban los aztecas, se ofrecía la muerte de una joven de 16 años de edad, y aquel mismo día se elegía la niña recién nacida que sería sacrificada cuando cumpliera tal edad.
Carácter religioso y científico tenía el cálculo astronómico que permitió a este pueblo determinar un calendario muy notable. Se encontró uno de éstos esculpido en una piedra circular en cuyo centro podía verse la imagen de Tonatiuh, el Sol. Alrededor estaba grabada la historia del pueblo azteca, dividida en edades simbolizadas por el jaguar, el huracán, el fuego y la inundación. Un terremoto destruyó este calendario que medía más de 3 m de altura, conservándose sus fragmentos.